Nos gustaría compartir una anécdota curiosa que nos pasó el verano pasado del 2012:
Era más de medianoche y nos íbamos a casa cuando, al subir al coche, una sombra se movió rápida y se escondió. Asustadas, dimos un respingo y vimos cómo un animal, lentamente, avanzaba hacia nosotras.
En la penumbra distinguimos un par de ojillos curiosos y brillantes que nos miraban y una silueta peluda que nos resultaba vagamente familiar. Nos quedamos paralizadas intentando no asustarle, cuando un pensamiento nos cruzó la mente «le conocemos, sabemos quién es» e intuitivamente dijimos: «Oker, Oker, pequeño, ven». Y ,efectivamente, ¡ahí estaba!. Era él, un collie precioso e inteligente que viene mucho a Peludos.
Se acercó cauteloso y con su hocico nos rozó la mano para que le acariciáramos. Acto seguido, ladraba, corría a nuestro alrededor en círculos, y no sabía a qué atender fruto de su alegría, y cuanto más le acariciábamos y hablábamos, más nervioso se ponía. No entendíamos qué hacía a esas horas allí, sólo, pero le dimos una habitación, agua, comida y una cuna en la que se echó inmediatamente, tranquilo y aliviado.
A pesar de ser casi la 01.00 de la madrugada, decidimos llamar a sus dueños quienes, sorprendidos por la hora, contestaron y suspiraron con alivio cuando les dijimos que Oker estaba con nosotras. Nos explicaron que eran fiestas en Fuenmayor y, como el «chiquillo» tiene pánico a los cohetes, asustado se había escapado de casa, mejor dicho, del pueblo. Lo habían buscado y buscado, pero no había manera de encontrarle. ¡Y ahí estaba! ¡en Peludos!
Había recorrido de noche campos y viñas, y cruzado carreteras nacionales, hasta llegar al lugar que consideró por fin su refugio.