Hace un par de semanas volvíamos de un viaje a Asturias y paramos a tomar un café a mitad de camino, cerca de Santander. Nada mas bajar del coche un gato callejero precioso nos vino a saludar ronroneando, le acariciamos un rato encantados de lo majo que era, y también sorprendidos de tanta amabilidad en un gato con aspecto de vivir en la dura calle. Al entrar preguntamos a la camarera de quién era esa belleza tan simpática, a lo que nos respondió: «¡Vuestra! ¡si queréis!, viene desde pequeño a pedir comida, y le damos pasiegos!» Volvimos a salir (sin tomar café), y ahí seguía, ronroneando. La autovía estaba a sólo 50 metros, el invierno a la vuelta de la esquina… y la verdad… nos enamoramos. Lo cogimos en brazos, lo envolvimos en una chaqueta, y nos montamos en el coche. Y él tan tranquilo, ¡parecía que le hubiera pasado todos los días! ¡Pues a casa que nos vinimos!
No ha podido ser mas fácil, con nuestro otro gato ha fluido todo de maravilla, la revisión veterinaria ha dado perfecta, imposible auscultarle con tanto ronroneo, adora jugar y dormir en un sitio calentito… y ronronea sin parar. Solo le cuesta estar tan cerca de Lua, nuestra perra, como buen gato callejero alguna que otra persecución habrá sufrido, hay que darle tiempo.
Contamos esta historia para que se sepa que adoptar un gato adulto, incluso un gato adulto callejero puede ser una experiencia bonita, fácil y gratificante. Y porque todas las protectoras están desbordadas con tanto minino sin hogar, y si son adultos no tienen prácticamente ninguna posibilidad. Es una pena que tanto amor como pueden dar se quede en nada porque nadie les dio un oportunidad.
¡Y no digáis que no es guapo! ¡Raimundo! ¡¡¡Rai para los amigos!!!